viernes, 12 de octubre de 2012

SUEÑO PREMONITORIO por Víctor Rodríguez

Cuando ya estaba todo preparado, el caballo ensillado, el caballero con su cota de malla recubriendo cada espacio de su fornido cuerpo y con la espada bien afilada, se propuso dar batalla contra aquellos impíos enemigos. 
Sabía que sus hombres le seguirían hasta el fin del mundo, así que se cargó contra sus enemigos, sin dejar cuerpo con vida. En el fragor de la batalla sintió como una flecha se clavaba en su espalda y, al caer del caballo, sintió como una hoja de acero se le hundía en sus entrañas. Y allí, tirado en el campo de batalla, se le cerraron los ojos.
En ese momento despertó el caballero, empapado en sudor, la noche antes de la batalla, con la mente llena de espadas y flechas. Salió de la tienda y vio como salía el sol por esas escarpadas montañas y sintió lo que nunca había sentido antes: miedo. El miedo le impedía pensar claramente, hasta que observó la cara de sus soldados. En esas caras no veía miedo, no veía nada, y se dio cuenta que la guerra lo único que provoca es dolor y muerte, y, en este caso, la suya.
El escudero le vistió, le puso la cota de malla y la armadura, aquella bonita armadura dorada, regalo de su majestad por los servicios a la corona. Pasó mucho tiempo afilando su espada, esa espada que pertenecía a su familia desde generaciones, esa que había sido su más fiel aliado en todas sus batallas y aventuras. Ensilló al caballo, subió a su corcel y echó una última mirada a sus soldados.
Empezó la batalla y dirigió una última palabra a sus combatientes:
- ¡¡Seguidme!!- dijo el caballero con el tono muy convencido. 
Cabalgó recorriendo las tropas aliadas hasta que cargó contra los infieles, llevándose la vida de aquellos que luchaban en contra de su fe. 
Y, en el fragor de la batalla, mientras cabalgaba por la arena con sus compañeros de armas a sus espaldas, sintió como una flecha penetraba en su espalda. El caballero, exhausto, cayó al suelo. Se levantó, pero una espada enemiga se le clavó en el estómago y sintió como el frío de una hoja se acero se le hundía en las entrañas.
Y allí, tirado en el campo de batalla, se le cerraron los ojos.

VÍCTOR RODRÍGUEZ    3º ESO B

2 comentarios:

  1. Sin duda, me parece una gran idea este blog. Escribir es una manera excelente de expresar lo que uno siente y desahogarse. Además, es una afición para más de alguno/na, en esto me incluyo.

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  2. Me parece un exelente texto

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